...Siempre pertenezco a otro tiempo
Abrir o cerrar los ojos. Miras. Observas. Me miras. Me observas. Quieres retenerlo todo con una mirada, quieres poseerlo en tu mente durante una sucesión de instantes más prolongada que la memoria fugaz no te permite. Sientes observando, y sientes recordado. Respiras. Sueñas. Besas. Gustas. Olfateas. Caminas. Todo lo haces con los ojos abiertos, o cerrados. Pestañeas sin darte cuenta.
Besas con los ojos cerrados, pero los abres de repente tratando así de neutralizar los míos, o de controlarlos, o de averiguar si yo curioseo. Y los míos están cerrados. Y los cierras. Y vuelves a disfrutar. Y cuando ambas miradas coinciden tratando de perseguirse y controlarse mutuamente, se detiene el tiempo, se detiene la memoria, se detiene la vida, porque nos tenemos, porque me miras, porque lo posees todo.
Besas con los ojos cerrados, pero los abres de repente tratando así de neutralizar los míos, o de controlarlos, o de averiguar si yo curioseo. Y los míos están cerrados. Y los cierras. Y vuelves a disfrutar. Y cuando ambas miradas coinciden tratando de perseguirse y controlarse mutuamente, se detiene el tiempo, se detiene la memoria, se detiene la vida, porque nos tenemos, porque me miras, porque lo posees todo.
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A veces me pregunto qué era mi vida cuando no te respiraba, cómo soñaba, cómo pensaba, cómo veía, cómo escuchaba. Y no encuentro respuesta, tal vez porque mi memoria es mala y no reconozca otra vida que no lleve tu aliento, o quizá porque nada sin ti merezca la pena de ser recordado. O bien sea porque llevo una eternidad, toda mi eternidad, entre tus brazos.
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Te veo como un niño, un niño travieso que juega a perderse en las ideas, a reírlas y divagarlas, a atraparlas en el aire, inflarlas, para luego dejarlas escapar. Te veo como un niño mágico, que vaga por las calles ajeno al tráfico, navegando en su mundo de sueños y fantasías, de universos intransitables, de verdades cada nuevo día, de aviones que pilota, de animales que apresa, de chocolate y fresa. Te veo como un niño inquieto que imagina, que difiere del contexto y busca llaves, un niño que camina y quiere agua, que sonríe a una camarera al servirle su café y así ella se siente encandilada con la belleza de su finura. Te veo como un niño que vuela. Te veo como un niño que calla, canta, cuenta, siente, se acuesta, y tiene en sus ojos un periscopio que le acerca poco a poco a otro mundo, no el suyo. Te veo como un niño que se emociona al ver pasar recuerdos, que se muestra testarudo y no obedece a cualquiera, un niño empeñado en fabricar una vida y darle cuerda una vez tras otra, sin pensar en la remota posibilidad de que se agote. Te veo como un niño eligiendo ropa a cada instante. Te veo como un niño que corre. Te veo como un niño de ternura exquisita. Te veo como un niño de suavidad envidiable. Te veo como un niño que toma mi mano. Te veo como un niño que me mira ensimismado. Un niño que parpadea fascinado y amanece destapado. Te veo como un niño que existe: un niño en un hombre que ama.
(Textos viejos: 25-10-06 y 15-11-06)
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