Tarde lluviosa. ¿Cómo puedo estar soñando en medio de la melancolía que recorre cada adoquín de la calle, cada niño callado en el patio de un colegio, vidas mojadas, alicaídas, cada paraguas aparcado en este inmenso día desierto de alegría? ¿Cómo puedo imaginar, tropezarme con mis pensamientos, con las sensaciones exaltadas y con la esperanza desde la que te llamo hoy? ¿Cómo es que aún no he sucumbido a este paraíso anunciado que es la decadencia de un sol desaparecido afuera, inalcanzable, pero que retumba desde dentro del alma iluminando mi precioso crepúsculo?
Tus manos están lejos, pero las siento sobre las mías a cada instante, dándome fuerza, tocando todo lo que yo toco. Tus palabras son de muchos otros que te escucharán hablar. Y es ahora cuando las lágrimas de felicidad que caen por mi rostro te suplican que las limpies con tus besos... cuando regreses.
Anochece bajo el gris, y yo estoy prendida de tu azul. Porque estás en mí. No hay más respuestas. Ya te has hecho con tu trono, con esta morada construida con delicadeza por y para ti, para que respires, e ilumines desde tu aliento dulce cada tierna inspiración. Para que te muevas y me muevas con tu pulso. Para que me lleves como me llevas, iluminando las bifurcaciones a mi paso, perfumando las mañanas, pintándome los techos a mi paso que, ay, si miguel ángel los viera, moldeando los duros asfaltos, pues contigo parecen algodones ampulosos. Atraviesas transparente la oscuridad que mi cuerpo miedoso no se atreve a explorar, relajándome cuando tiemblo, susurrando sinfonías con tu vaho cuando el ruido retuerce mis oídos, reflejándote en mi vida, en mis sábanas, en mi almohada, en mi ventana, en mi persiana, en mi planta, en mi estantería, en mis tacones, en mis libros, en mi manta, en mis calles, en mi lápiz, en mi reloj, en mi profesor, en mi volante, en mi mar, en mi aire, en mi tenedor, en mi cama, en mi ropa, en mi piel, en mi cabeza, en mi amor, en mi palpitar, en mi alma.
Porque vives, porque eres mi realidad, y lucharé por enriquecer mi cuerpo de tu aroma y mis ojos de tu mirada. Ahora dejo escapar uno de esos miles de besos azules que te daré un día cualquiera, posiblemente cuando nos sorprendan desayunando a lo alto de una nube, como te gusta imaginar. Sabiéndome certeza en este anhelo mío de tenerte cerca para reírme y sentirte bajo la lluvia, en el gris, en el azul, al despertar, al morir, al amarte, hoy, mañana, todos los días...,
mi alma libre.