Yo soy

Yo soy la bandera rosácea de libertad. Yo soy mi bandera. Inextinguible, renovada, inigualable. La única que me importa y la que ondearé con mis propios brazos ante los demás. Soy bonita, luzco bonitos colores que me definen y crean mi identidad. Tengo fronteras que impondré y obligaré a respetar a los otros, y que defenderé cuando éstas se vulneren, porque mi intimidad es mía, lo que ocurra en mí es para mí y para quien sólo yo desee que sea, en cuyo caso lo compartiré.

Me gobierno por mis propias leyes, excepcionales, las cuales yo creo y someto a mi sola voluntad. Ellas obedezco e incumplo por decisión propia, consensuada únicamente entre mis partes (yo, mi corazón, mi mente). Diríase que soy a veces tricameral, a veces anárquica (cuando las partes no consensúan adecuadamente y no llegan a una conclusión, esto es, la mayor parte del tiempo). Detrás de mi bandera hay un complejo, extenso y excepcional paraíso que trataré de resguardar y proteger de las adversidades, la ignorancia, la tosquedad, las penas, los peligros y la crueldad, y en el cual trataré de fecundar belleza, tranquilidad, placer, arte, inteligencia y vida. Trataré digo, nada prometo. Y nunca prometeré nada.
Tengo aromas, paisajes, afectos, sombras, ciudades, abismos, mares salados y agridulces, recuerdos, noches y gentes en el interior de mis lindes que han de ser tenidos en cuenta puesto que me honra ser su portadora. Y, por supuesto, tengo palabra: yo puedo hacer uso de ella o callar, pero no contrataré voceros ni políticos para que me roben esa capacidad, ni la utilizaré para obsequiar o humillar a nadie.
Mi cuerpo es mi contacto con el exterior. Lo cuidaré, lo afilaré, lo mimaré. Y viviré. Y me desarrollaré en los climas que logren perfeccionarme cada día un poco más. Y habitaré en los lugares en que sea bienvenida, obviando aquellos en los que se desprecie mi diplomacia. Seré discreta, trabajadora, consecuente, perseverante, y alcanzaré mis logros -en silencio- por uno y otro camino.
Diseñaré planes, rutas, atajos o poemas para llegar a ellos. Llegaré, porque mi objetivo me compondrá como ahora lo hacen mis cimientos. No requiero de liturgias ni celebraciones oficiales, nada he de ensalzar de mí más que mi justa presencia. Y sólo yo la festejaré, acaso alguien a quien invite, y acepte. No necesito guardias ni asesores, tampoco reyes ni truhanes a mi alrededor, me valgo por mí misma. No surgí de un error -ténganlo en cuenta aquellos tártaros que lo crean-, surgí, y ésa es la única maravilla. Y desde ese punto todo resulta factible.
Mi tiempo lo ocuparé en mí, tengo muchas arcas que limpiar dentro, y tengo también muchos solares en los que invertir: puedo mejorarme. Y puedo orientarme por mi intuición y mi observación, y dejarme guiar con precaución por otras naciones que tome a mi elección como ejemplares. No necesito de vacuas insuflaciones ajenas que me hinchen y me desinflen por igual, me enriqueceré con aquellos manantiales que descubra a mi paso y de ellos tomaré la energía y el valor que compongan mi condición.

Tengo intrusos a quien no dudo en rechazar. Y visitantes que me llenan, o me hartan. Existe un explorador que se convertirá en colonizador y a quien no dudaré en agasajar cuando ante mí se presente como un igual, como uno mismo. Prestaré hospedaje a quien crea que lo merezca, pero reservaré el lujo en una sola habitación con una sola cama bajo una sola llave y una sola ventana. Mis puertas resguardarán de la intemperie, y con entusiasmo, a quien yo elija. Y, por ello, sólo quien yo elija podrá disfrutar de mí en todo mi esplendor, siempre y cuando también sea su deseo. Pues yo, con elegancia, belleza y rigor/locura, seré quien ondee en una sola, brillante y lograda cima. Plateau.

Yo, mi bandera, mi nación.


M.

1 comentario:

Bruno Mancha dijo...

¡Tanta escritura me abruma! ¿Estoy en un paraíso? Estoy perdido. En el tiempo. Sólo un poquito, un pedacito de tiempo y dejaré que esa bandera me abrace. Mirarán luego debajo y no estaré allí. Sin trucos. Sólo con literatura.

Un cordial saludo,

Samuel.